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[Relatos] Día sin noche: Capítulo 1

Aquella era la noche de fin de año. Aunque no lo pareciera, ya nos encontrábamos en el 2099 y pronto sería el 3000. Mi abuelo, cuando yo era niño, me decía que antes la gente lo celebraba. Que se reunían, hacían fiestas y se hacían pequeñas promesas a sí mismos: Ir eliminando ciertos defectos, cumplir viejas ilusiones… Aunque también me decía que muy pocos eran los que terminaban cumpliéndolas. Yo no recuerdo haber estado en ninguna de estas reuniones.

Cuando yo nací, sobre el año 2051, los fármacos para la neutralización del envejecimiento se encontraban en pleno auge. Prometían alargar la vida tanto como se quisiese, siempre que la persona no sufriese ningún accidente. Decían que neutralizaba los componentes químicos encargados del envejecimiento. Las ventas se dispararon, las compañías no daban abasto y se tuvieron que realizar listas de espera. Había dos formas de escalar puestos, una era con dinero y la otra con méritos. Los méritos hacían referencias a contribuciones a la sociedad. Científicos, ingenieros, políticos y escritores se beneficiaron de esto. Pero realmente se trataba de una minoría en comparación a la gran mayoría de personas que conseguían los fármacos por causas económicas. Las clases sociales se hicieron más palpables que nunca. Los pobres morían mientras que los ricos podían vivir tanto como quisieran. Se produjeron muchos conflictos en la época de los 50 y los 60. Asesinatos y atentados dirigidos a la nueva clase de inmortales. En esta época, el desarrollo tecnológico había avanzado lo suficiente como para que todos pudiésemos disfrutar de un tiempo de ocio abundante y las clases parecían ir desapareciendo. Justo cuando este pensamiento fue generalizado, apareció la fórmula de la vida eterna y todo lo conseguido hasta este momento pareció desmoronarse. Volvimos a una situación de conflicto como aquella que los libros de historia mencionaban sobre la revolución industrial en el Reino Unido, hoy una demarcación de la Unión Europeo-norteamericana (o UENA)

Fueron momentos muy duros, tanto para la clase acomodada (amenazada continuamente) como para la más humilde (que se veía abocada a morir inevitablemente). Fue hacia 2072 cuando un médico de la demarcación estadounidense, Roger Flint, descubrió los genes causantes del envejecimiento. En 2075 los padres ya podían tener hijos inmortales mediante inseminación artificial. La ingeniería genética fue capaz de neutralizar el envejecimiento, permitiendo sólo el crecimiento. Cuando este proceso fue sistematizado, comenzamos a ver emerger una nueva generación de niños que sabíamos que nunca podrían morir por causa natural sin haber sido previamente medicados. Ésta generación era la nueva especie humana y sus genes inmortales sólo podrían ser mezclados con otros de su misma generación. Fue entonces cuando los que habíamos sido tratados químicamente para la inmortalidad comenzamos a ser mal visto por la nueva generación. Al necesitar el descendiente una operación que hacia 2090 había pasado a ser muy costosa (ya que no se practicaba con tanta frecuencia y los médicos especializados eran escasos), los padres no veían con buenos ojos una unión genicoinmortal con otra químicoinmortal. Yo me traté con 20 años, cuando decidí dejar de envejecer. La tercera edad fue excluida de esta posibilidad, ya que en un periodo tan avanzado de envejecimiento los resultados satisfactorios eran muy improbables. Mi abuelo murió hacia 2065, cuando yo tenía 14 años y él 114, una curiosa casualidad.

Me contaba muchas cosas de cuando la ingeniería genética aun no se había desarrollado suficiente. Pero seguro que el lector estará bien informado gracias a las clases de historia tomadas en el telecolegio. Este pretende ser un comentario del presente para el lector del futuro.

Como decía anteriormente, hoy es 31 de Diciembre de 2099. A diferencia de aquellos tiempos pasados, ya no se celebra nada. Creo que faltan unos diez minutos. Si miro por una de las escasas ventanas, no veo a nadie en el exterior, es decir, más allá del Edificio. Cuando en 2080 la gente comenzó a darse cuenta de los peligros de la naturaleza, comenzó a resguardarse en sus casas. El problema fue que eran pocos los atrevidos a salir al exterior para realizar los trabajos imprescindibles. La robótica había avanzado mucho, pero no tanto como cabía esperar. A veces una intervención humana era imprescindible, pero mantener cierto contacto con el exterior podía ser peligroso. Cuando nuestra vida es eterna, la posibilidad de sufrir cualquier tipo de accidente es algo que tan solo pensar ya produce terror. Cualquier asesinato a un miembro de la comunidad por otro es castigado con una tortura de diez años, muerte final incluida. No se puede permitir una muerte inesperada, la vida es mucho más valiosa de los que nunca antes había sido y la posibilidad de morir inesperadamente no puede tener cabida. Cuando se intentaron reducir riesgos, se ordenó a robots-arquitectos diseñar y construir grandes edificios interconectados formando el Edificio para que toda la población de la UENA estuviese protegida del exterior. Lo más importante era la seguridad. Muy pocas ventanas para mitigar los deseos de salir al exterior, estructuras grises que no pudiesen activar emociones en algún miembro, alimentación líquida para evitar cualquier tipo de asfixia, purificación del aire, robots-bomberos en cada habitación, un ejército de militares-robots dirigidos por personal directamente elegido por el presidente de la UENA para controlar posibles conflictos que puedan causar muertes accidentales. Las formas de entretenimiento son las formas relacionadas con el sexo (que debido a nuestra naturaleza animal aun conservábamos con la forma original). Pero éste no ha de ser fecundo, la tasa de nacimiento también es fuertemente controlada. En los edificios no cabemos todos, pero tampoco puede matarse a nadie porque es una de las acciones peor vistas. Pero para que continúe habiendo nacimientos tiene que haber muertes. Esto se soluciona con las cámaras de suicidio. Es obligado por ley que en cada casa haya una. Los suicidas son vistos como héroes (por su contribución a la sociedad) pero nadie quiere ser uno de ellos. También se eliminan vidas castigando cualquier tipo de delito (muy parecidos a los de las sociedades del pasado), pero, exceptuando el asesinato, ninguno es acompañado de torturas. Esto hace que los conflictos se reduzcan al mínimo, evitando cualquier situación de pánico en la sociedad. Éste último punto es menor porque la forma de vida que llevamos hace que la tasa de suicidio sea relativamente alta y gracias a ello el sistema funciona bastante bien. Cuando entremos en más detalle, el lector lo comprenderá.

No faltan filósofos y pensadores que no dudan en decir que la ciencia ha traído el mal a la Tierra. Es curioso que hagan estas manifestaciones porque, exceptuando la ingeniería genética, todos los demás campos de la ciencia han disminuido el número de investigaciones. Parece como si la sensación de inmortalidad haya dado a entender que la comprensión del mundo era ya un tema poco importante, intrascendente. Teniendo toda la eternidad por delante para descubrir, poco importaba ya entender, en este momento, la teoría geocéntrica, por ejemplo. De hecho, muchos padres enseñaban a sus hijos que el mundo era el Edificio y que más allá había el infierno y no habían de acercarse a él.

Aunque el sexo ocupa una parte del tiempo importante, los módulos de realidad virtual son también un aspecto relevante en la vida de los ciudadanos del Edificio. Se proyectan películas desde la oficina central de cinematografía. La mayor parte de ellas, igualmente, tratan sobre temas amorosos. La mayoría de los miembros aprenden estrategias de ligue por este medio. Otro de los temas principales del cine es el prestigio, el modo de conseguirlo. La gente se preocupa constantemente por ello, saben que con él podán acceder con mayor facilidad a uno de sus pasatiempos favoritos. Cuando las parejas se encuentran, ocupan sus preliminares con píldoras del placer y participando en algunos juegos de tipo amoroso. Desde que en los años 50 apareció la inmortalidad, nos hemos dedicado básicamente al placer, al hedonismo. El conocimiento y la creatividad se abandonaron casi totalmente. Pensamos que para trabajos de creatividad o investigación que requieran cierto esfuerzo nos queda toda la eternidad. El esfuerzo es retrasado hasta el infinito, porque sabemos que podemos hacerlo sin que en ningún momento nos preocupe que finalmente nos falte tiempo. Mi abuelo, que tan solo vio el principio de esta sociedad, me dijo que esta sería la era del placer sin sentido. No lo entendí cuando me lo dijo, pero ahora empiezo a comprender.

De todas formas, el control por la seguridad tiene un límite. Existe la posibilidad de salir del Edificio. Hay una doble puerta en alguno de los edificios del Edificio. No conozco a nadie que haya intentado atravesarla. Salir allí fuera para muchos sólo significa el aumento desmedido de las posibilidades de una muerte accidental. Se habla de algunos, vistos como verdaderos locos, que han salido. De todas formas, son solo rumores ya que nadie con quien haya hablado conoce la existencia de esta doble puerta. Es difícil averiguar donde se encuentra, la curiosidad no abunda y más para este tipo de información aparentemente inútil. Con unos permisos (se deben controlar las emociones) es posible que algún funcionario acceda a proyectarnos una sesión de realidad exterior. Una vez conseguí acceder a una de ellas, acompañado de un amigo. Se veía una gran superficie cubierta de arena blanca con vegetación difusa al fondo. El disco solar lo iluminaba todo. Se podían ver también algunos animales, escasos, que aparecían de vez en cuando. Un guía virtual se encargaba de proporcionarnos información de lo que allí veíamos. Mi amigo salió de allí diciendo que estaba más convencido que nunca de no salir del Edificio. Que había pasado calor y la sola presencia de aquellas fieras le había hecho sentir un escalofrío por la posibilidad de la muerte. A mí, sin embargo, me produjo el efecto contrario. Quise salir del edificio más que nunca, emocionado por las imágenes de aquel mundo exterior. El funcionario pareció notarlo y me obligaron a visualizar uno de aquellos tediosos reportajes sobre las ventajas que el Edificio reporta. Tenían miedo de que mi madre les pudiese denunciar y aquí es mejor que nadie pueda parecer violar la ley. Todo se castiga con la muerte, la peor de las posibilidades en una sociedad inmortal.

A un minuto del cambio de año podía observar parejas en las salas de sexo o en los módulos de realidad virtual. El resto dormía. El paso del tiempo ya no importaba, ya no significaba nada. Cincuenta y siete, cincuenta y ocho, cincuenta y nueve. Pii-pi. Mi reloj atómico de pulsera sonó. Voy a salir del Edificio, me prometí Nos encontrábamos en el año 3000 y tenía una promesa que cumplir.

Brújulo

kt ktrelatos

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