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[Relatos]Día sin noche: Capítulo 3

Desperté dentro de lo que parecía ser un tubo metálico. Me encontraba tendido en su interior, inmóvil en una penumbra tejida por la luz proveniente del exterior

-Muy bien, respire lentamente. Tres, dos, uno…-pronunció una voz.

Un ruido comenzó a sonar dentro de la máquina. Era repetitivo, monótono, metálico. Como un aguijón rasgando mi tímpano unas cien veces por segundo.

-¡Déjenme salir!

Al pronunciar la última sílaba, comencé a sentir un líquido viscoso introduciéndose en mis venas. Un hormigueo que partía de mi brazo derecho, pasaba por mi pecho y alcanza el cerebro. En este punto, una serie de luces empezaron a surgir en mi percepción. Blancos destellos cegadores que poco a poco iban mermando mi orientación espacial. Todo daba vueltas, todo giraba a mí alrededor. El sonido repetitivo aumentaba continuamente. No podía más. Aquello resultaba insoportable.

-¡Quiero salir! – Gritaba con voz desgarrada. Palabras que parecían quebrarse una vez alcanzaban el aire.

Estaba desesperado, tenía calor, temor, dolor, desorientación. No parecía que pudiese ir a peor, pero un dolor en forma de pinchazo se centró en la planta de mis pies, después en las rodillas, luego el abdomen, el cuello, mi cabeza…No podía más. Comencé a gritar, quería romper mis cuerdas vocales como si pudiesen liberarme de las cadenas invisibles que me retenían.

Todo cesó y se hizo el silencio. La luz exterior dejó de iluminar y me quedé completamente a oscuras. Se oyó un portazo. Más silencio. El sonido de lo que parecía ser gas a presión precedió a un olor extraño que estaba cubriéndolo todo. Quedé inconsciente.

 

 

Tenía mis parpados cerrados, alguien había posado su mano en mi frente. Abrí los ojos y le miré. Era un robot.

-Buenos días, señor. ¿Se encuentra usted bien?

-¿Dónde estoy? ¿Por qué no estoy en mi casa? – Pregunté desconcertado

-Ha sufrido un accidente y le estamos curando las heridas. Aun conserva su vida, enhorabuena.

-¿Un accidente? ¿En mi casa?

-Al parecer su robot, KA-98745816, le ha atacado a causa de un error de programación.

 

Dos días después me avisaron mediante el sistema de difusión de voz que ya había sido dado de alta y que podía irme cuando quisiese.  Al salir, tropecé con un humano e hice que cayese su ordenador de mano.

-Lo siento mucho –dije preocupado

-No tiene importancia, ha sido un accidente.

Me sonaba aquella voz. Le miré. Un hombre joven, vestido de un blanco impoluto. Debería tener algún tipo de puesto en el hospital. Ya que la mayoría son ocupados por robots, el suyo debería ser uno importante.

-Su voz me suena. ¿Le conozco? –Fui algo imprudente dirigiéndome a un desconocido.

Me dirigió una intensa mirada. Una mezcla de turbación, sorpresa, alegría, y miedo. Una vez había recogido su ordenador, se acercó a mi oído y dijo:

-Encuéntrese conmigo en la sala de sexo 238, en este pasillo, media hora más tarde.

¿Querría aquel hombre una relación homosexual? En el Edificio no son frecuentes. ¿Por qué? Solemos actuar según lo que nuestro instinto dictamina, y esta unión entre iguales no tiene sentido en el ámbito evolutivo. Resultaba más óptima una unión entre machos y hembras a la hora de propagar nuestros genes. Y ahora perseguimos este fin invisible, ya que ahora las relaciones no son productivas, como si esclavos fuésemos de unas leyes escritas hace un millón de años o más. Los homosexuales innatos son aceptados con normalidad, pero los convertidos son vistos con extrañeza, como desequilibrados. ¿Qué iba a ocurrir en la 238?

Me presenté con temor y curiosidad. Él me estaba esperando.

-Pensaba que no ibas a venir, pero me alegro de que lo hayas hecho. Desnúdate –Así lo hice y él también.

Nos tumbamos en la superficie blanda, él sobre mí. Me besó y comenzó a susurrarme…

-Tranquilo. Haz como si estuvieses gozando y nadie que pase sospechará. Haz que parezcan que nuestras palabras son de deseo.

Acepté con un movimiento de cabeza más por inercia que por convencimiento.

            -Te suena mi voz porque yo fui el ingeniero que dirigió tu operación.

            -¿Tan grave fue el accidente?

            -¡No hubo ningún accidente! Eso es una mentira. Fuiste denunciado por el comisario porque manifestaste deseos de conocer el exterior.

            Era como si aquel hombre me estuviese hablando de un sueño ya olvidado.

            -¡Querías conocer la realidad y correr el riesgo de morir por accidente, de perder tu inmortalidad!

            -Pero aquí la gente se suicida, morir no es tan grave si es voluntario.

            -Aquí nadie muere, todos somos regenerados nuevamente cuando decidimos morir.

            -No entiendo

            -Esto es un sueño generado. Lo único que podemos llamar real es tu conciencia. Pero ni siquiera merece tal apelativa porque puede sufrir ligeras modificaciones, siempre respetándose las reglas de los estatutos.

            No comprendía nada de lo que me estaba diciendo. Me hablaba del exterior cuando yo siempre lo había aborrecido. Reconoció el significado de mi mirada, desconcierto.

            -Tienes que confiar en mí. Eres químicoinmortal, pero a cada suicidio, a cada denuncia tu conciencia dejará de ser una realidad para convertirse en un modo predefinido de personalidad.

            -Adoro el edificio y tú pareces ser un traidor –No creía realmente en mis palabras, pero me defendía por si aquello podía tratarse de algún tipo de trampa.

            -Escúchame Zeus, tienes que creer en mí. Soy uno de los programadores. Conozco a quienes pueden intervenir y establecer contacto con ellos.

            Zeus…Zeus….Nunca nadie me había llamado por el que creo que fue mi nombre, ahora ya había comenzado a olvidarlo. ¿Quién soy yo? ¿Por qué mi robot tiene nombre y yo no?

            -¿Cómo sabes mi nombre?

            -Has de confiar en mí. Dame un sí por respuesta y si te arrepientes siempre podrás volver a ser el de siempre. ¿Quieres ver el exterior?

            Un impulso irrefrenable me animaba a negarme rotundamente a aquella pregunta, pero algo, algo muy débil manifestaba su deseo de aceptar aquella propuesta. Algo muy débil, una pequeña voz. Era la voz de Zeus. Zeus…

            -Sí, deseo ver el exterior, quiero salir del edificio. Quiero entender.

Brújulo.

kt ktrelatos
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