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Un catalan en la corte del rey Arturo

13 febrero, 2006
Hacía ya algunos años que planeaba un viaje a Londres. Unos tres o cuatro, me parece. Primero fue con una chica a la que le tenía cierto cariño. Pero nuestra relación era únicamente a través de la red, así que resultaba complicado organizarlo, y más si añadimos que por esas fechas los dos éramos menores de edad y nuestros padres tenían ciertos miedos. Ella se quedó sin acceso a Internet y así la relación se fue apagando.

Viendo yo frustrado mi primer intento, el siguiente verano decidí hacerlo por mi propia cuenta y así no tener que depender de nadie. Pero volví a toparme con los mismos inconvenientes. La edad, el temor de mis padres, el tener que hacer antes otros viajes y que nadie quería que lo hiciese excepto yo mismo.

El tercer año pasó algo similar a una mezcla del primer caso y el segundo. En el cuarto, este, entré en la universidad. Después de los exámenes (finales de enero, principios de febrero) hay unas pequeñas vacaciones. Hasta el 14 de este mes, febrero. Nuevamente decidí realizar el viaje a Londres en estas fechas. Suponía que no habría problemas ni de alojamiento, vuelos o precios a diferencia de si lo dejaba para el verano. Además, un compañero con el que me llevaba bastante bien en la facultad decidió venirse conmigo. Esta vez parecía que finalmente el viaje iba a hacerse. Aprobé los exámenes y una semana antes de la partida reservamos los vuelos en EasyJet para el aeropuerto de Luton (decían que desde aquí salían autobuses de la misma compañía por 2 libras al centro de Londres). Empezamos con mal pie. Al escoger las fechas, las retrasamos a una semana después sin darnos cuenta (cuando hay clases) y corregirlo nos costó 50 euros a cada uno. Pequeño fallo que nos dio un pequeño susto.

Estaba bastante motivado, pero no sabía muy bien como organizar el viaje. Compré un libro sobre la ciudad y sus casi 400 páginas llegaron a abrumarme al preparar un itinerario de cinco días. Encontré una web llamada forolondres.com que resultó ser de gran utilidad. Pero aun no habíamos reservado el albergue. El compañero estaba dispuesto a buscarlo en la mismísima Londres, pero yo lo veía un gran contratiempo teniendo la posibilidad de reservarlo por Internet. Dos días antes de la salida me puse a ver la situación del hospedaje. Segundo fallo, debía haberlo reservado con anterioridad. La mayoría de albergues baratos y céntricos estaban completos. Al final encontré uno llamado Ace Hotel por 17 euros la noche y a cuatro paradas de metro del centro de Londres (hay que tener en cuenta las distancias entre paradas del metro londinense son grandes). Podía haber sido mejor, pero también mucho peor. El día anterior terminé preparando el itinerario. Hice un pequeño resumen de los sitios más importantes a visitar, organizados por zonas y con indicaciones de su situación en el mapa del libro. Todo para perder el menor tiempo posible en la ciudad. La maleta la hice muy ligera, con ropa para ducharme los días pares y así tener más tiempo para salir y más espacio en la mochila. Una pequeña libreta para escribir y la imprescindible cámara de fotos.

Fui con tiempo al aeropuerto, pero Zeus, mi compañero, se retrasó tanto que tuvimos que ir corriendo a la facturación desde la estación de tren del aeropuerto, donde le esperaba. Pero llegamos a tiempo. El vuelo fue correcto, dos horas y media. Al entrar en el Reino Unido pusimos los relojes en hora (una menos, como en Canarias) y bajamos con una escalerilla del avión. Allí mismo compramos los tickets de autobús de GreenLine, ya que no pude comprar desde España los de dos libras de EasyJet Bus porque era una fecha demasiado próxima cuando quería encargarlos (consejo para cualquier otro viaje y la vida en general: PREPARAR LAS COSAS CON TIEMPO). Estuvimos una hora esperando coger el autobús porque la cola ante nosotros era extensa. El viaje desde Luton a Londres fue largo, hora y media. Pero ya desde el autobús pudimos apreciar que nos encontrábamos en tierras desconocidas. Lo primero fue lo más evidente. El conductor por el carril de la izquierda. En Londres hay que acostumbrarse a pensar que cuando dos personas se mueven en sentidos opuestos, tu posición debe ser la de la izquierda (en las aceras, carreteras...). El campo verde. La arquitectura de las casas semejante al estilo de las películas americanas. Adosadas, con su jardín, obra vista oscura con juego de blancos... Al entrar en la ciudad también se nota la diferencia. Grandes rótulos de tiendas con cierto estilo clásico, todo en inglés (of course), el mismo estilo arquitectónico comentado antes, edificios no demasiado altos, cielo gris, mucho movimiento, gente vestida con gabardina, trajes, limusinas, coches caros (Ferrari, Porsche...). Tuvimos que coger el Tube. Una mezcla de metro y tren. Metro en su estética y que va la mayor parte del tiempo bajo tierra. Tren en que mismas líneas tienen diferentes destinos. Por suerte la frecuencia de paso es muy alta (un minuto) y la dirección de cada metro es señalada la mayor parte de las veces en las pantallas. En muchas paradas aun suena el mítico “Mind the gap” y en los mercadillos se puede comprar camisetas con “Fuck de gap” escrito en el logo del underground. Al llegar al albergue el nombre de Zeus no aparecía en el ordenador (él fue quien hizo la reserva). Allí ya vimos la severidad de los ingleses (aunque el recepcionista tenía rasgos orientales). Nos daban cinco (y no más) minutos para encontrar el mail de la reserva e imprimirlo. Nos sobraron 30 segundos que decidimos regalarlos a cualquier persona que se acercase por allí en menos de 29 segundos. A mi parecer el albergue no estaba mal, aunque Zeus hubiese preferido uno mejor (quizás un hotel?). Era limpio y seguro. Yo no necesitaba más. Nuestra habitación de cuatro camas la compartíamos con dos polacos, padre e hija, como descubrimos por las etiquetas del jabón (de un gel y un champú, solo coincidía, como lengua, el polaco).

Aquella tarde fuimos al centro de información turística pero al llegar nos dimos con un canto en los dientes con el horario inglés. Allí, museos, oficinas y tiendas tradicionales cierran sobre las seis o siete de la tarde (como máximo). En cambio, se pueden encontrar supermercados y grandes tiendas abiertas hasta incluso la medianoche (como los supermercados Tesco, que están por todas partes). Decidimos entonces dejarlo para la mañana siguiente. Continuamos paseando por Londres. En Charing Cross Road, para satisfacer los deseos de Zeus, entramos a una especie de sex-shop literario en la primera planta, audiovisual en el sótano. Los ingleses tienen igual o mayor necesidad de pornografía que los españoles. Solo hay que acercarse a uno quiosco cualquiera y ver como tres cuartas partes de éste está poblado por periódicos sensacionalista, semanarios del corazon y revistas semi-pornográficas. Al llegar al albergue (sobre las once) los polacos ya dormían.

La mañana siguiente, el sábado, fuimos primero a la oficina de turismo donde nos dieron unos planos y folletos informativos y después fuimos al Camden. Una especie de mercadillo diluido entre tiendas con espectacular decoración en sus fachadas, tenderetes, puestos de comida...En el que se puede encontrar absolutamente de todo (ropa estrambótica, gótica, comida, souvenirs, música, objetos, cuadros, muebles...). Yo me compré un abrigo (conseguí que me rebajasen 5 libras) y una boina (beret en inglés). Esta es una de los lugares de Londres que más me gustaron de todo el viaje.

Aquella tarde quedamos con una antigua amiga de Zeus que estudiaba piano. Visitamos la escuela de música y drama, después fuimos a la residencia donde vivía con su novio (Ponthus, sueco) y fuimos a cenar a un restaurante indio en el que nos hicieron un 20% de descuento. En el de al lado nos hacían un 25%, pero la comida en éste último era mejor y más barata, según afirmaba el chef. Sí, a mí también me sorprendió este tipo de competencia en el gremio de la restauración. La comida, para que negarlo, no era muy buena, pero pasamos una noche entretenida. Lo curioso de ésta es que continuamente se mezclaba el inglés, el catalán y el castellano en menor medida. Y cuando Ponthus quería decir algo en una lengua que nos resultase familiar (además del inglés) lo hacía en catalán, que era como le enseñaba Anna, la amiga de Zeus, que tiene unos orígenes catalanes muy arraigados. Por cierto, es un buen momento para hacer un inciso lingüístico. Hay que decir que en Londres es relativamente fácil encontrarse con españoles, aunque esto quizás no sorprenda a muchos. Lo que sí que resulta curioso es que en la capital inglesa no es nada difícil escuchar hablar catalán en el lugar más inesperado (un supermercado, el metro...). Volvimos a llegar tarde al albergue. Sobre la una. Los polacos dormían pero nos habían dejado una luz auxiliar encendida para que (supongo) no encendiéramos la principal.

El domingo lo dedicamos a visitar la Londres turísitica, monumental. Comenzamos con el cambio de guardia de Buckingham Palace (vimos la última parte). A la gente le suele resultar aburrido, tedioso. Pero he de decir que a mí me pareció entretenido. Es como si aun hubiese un grupo de personas que luchan por algo y mantienen cierta disciplina, esa sincronización que por otra parte es absolutamente inútil en esas circunstancias y solo sirve para divertir a los turistas. Lo de la situación de estos guardias es algo que me intriga. ¿Son actores o realmente son policías? ¿Para qué tanto “ballet”?. ¿Por qué no se inmutan cuando alguien se acerca a hacerse una foto con ellos, como si fuesen meros objetos? ¿No será toda esta disciplina un pequeño cebo para turistas en la capital británica? Tras esto nos acercamos a Downing Street (que está vallada), la casa del parlamaneto (y el Big Ben) y la abadía de Westminster donde pude comprobar aquello de la flema británica. Conversación con el portero de Westminster Abbey:

-Hi. We only want to see the Newton's crypt.

El hombre señala el cartel que indica que el domingo está cerrado. Prosigo

-And...We come from Barcelona to see Newton's tomb because we are physicians students and this is our last day in London. What can we do for seeing Newton's crypt? (pequeña mentirijilla lo del último día, pero estaba viendo que si no lo veíamos ese día parte del calendario se iría al garete y no sabía realmente si podríamos volver)

-Nothing (me dijo mientras miraba por encima de mi cabeza como buscando otro turista al que cargarse).

Creo que fue después de esto cuando la puerta automática del metro de Londres me cogió (fue sonar el aviso y cerrarse simultáneamente) y vi como nadie movió un solo dedo en mi ayuda. Tuve que forzarla para que se abriese (literalmente). Además, las puertas se cierran con gran fuerza, así que me dio un pequeño golpe en la cabeza que aun me dolía dos días después. Estos y algún otro episodio son los que me hacen pensar que excluyendo cierto marco de amabilidad con objeto de conservar ciertas formas, una parte de la sociedad británica sufre la típica arrogancia de las sociedades de los países avanzados.

Bueno, dicho esto, nos fuimos a comer. Esto es un pequeño problema. Porque comer en un restaurante resulta excesivamente caro y los domingos no abren muchos supermercados. En el plano se indicaba que cerca había un hospital y nos dirigimos a él en busca de comida a precio accesible. Un plato en el hospital son 4 libras, 6 euros. Bueno, algo nos ahorramos, pero no demasiado. Después de esto nos dirigimos al Tower Bridge (no confundir con London Bridge, como nos pasó a nosotros). Era, simplemente, bonito. Desde allí también se veía el City Hall, un edificio muy moderno que es el ayuntamiento. Y cerca, el castillo de London Tower, donde Enrique VIII decapitó a Ana Bolena. Aunque no entramos porque era de noche y estaba cerrado. Después nos dirigimos a Harrods. El centro comercial más caro que jamás antes había visitado. Estanterías de chapa por 2 millones de pesetas, vestidos de noche por medio millón de pesetas, camisetas firmadas de fútbol por 900 euros (por ejemplo, la de Roberto Carlos del Real Madrid). No dejaba de sorprenderme que hubiese gente dispuesta a pagar esos precios tan desorbitados por cosas tan sencillas que se pueden encontrar en cualquier otra parte por un precio, digamos, cien veces menor. La decoración, de estilo egipcio está bien para ser un centro comercial, pero nada espectacular. Allí cerca se encontraba Hyde Park, así que nos dirigimos a él. Sí, he dicho bien, de noche. Es decir, que hicimos justo lo contrario de lo que aconseja el ministerio de asuntos exteriores. Pasear de noche por un parque solitario y grande como es Hyde Park. En realidad es algo muy recomendable a quien le guste los sitios solitarios y algo góticos. Era como si me hubiese sumergido en uno de los paisajes de Bram Stoker. Allí hubo una pequeña disputa entre Zeus y yo debido a pequeños roces de días anteriores. Yo le echaba en cara, por ejemplo, que no hubiese preparado nada para el viaje y encima criticase mis opciones, también su desidia y pesimismo para casi todo. Él me reprochaba que no me gustase salir de discotecas de noche y que a él, entonces, el viaje le resultase aburrido si no estaba el factor ligue por medio. Bueno, allí en Hyde Park decidió irse a buscar un cyber-café para encontrar la dirección de la famosa discoteca Ministry of Sound. Yo entonces decidí ir andando hasta el albergue por Londres (una hora) y así pasear por la ciudad. Me llamó la atención que, cuando vi los restos de una obra por la calle, hubiese un cartel pidiendo disculpas por las molestias que pudiesen causar al vecindario (¿formalidad o sentimiento?). De todas maneras, aunque sea por pura formalidad, se agradecen este tipo de gestos. Al albergue ya había llegado Zeus. Allí era más barata la conexión a Internet. Yo me fui a acostar inmediatamente (quería levantarme pronto), él se acostó hora y algo más tarde. Finalmente no fue a la discoteca.

El día siguiente era lunes. Nos levantamos tarde pero aun así Zeus quería ducharse (lo hacía cada día), yo no quería perder más tiempo y me fui al museo de la ciencia. En Londres todos los museos públicos son gratuitos, sólo hay que someterse a un pequeño control de seguridad antes de entrar. El museo de la ciencia de Londres y el de historia natural (son contiguos) están bien, pero nada excepcional. Por ejemplo, el de la ciencia, es mejor que el de Barcelona por la cantidad de material histórico que posee pero muy inferior al de Valencia, que está más enfocado al propio descubrimiento. Eso sí, ese día comimos bien. Buffet libre en un restaurante chino (calidad algo superior que la que se acostumbre por Barcelona) por cuatro libras y media. Era un hombrecillo que tenía un pequeño local en un sótano. Con cartel de cerrado en la puerta nos dejó entrar al preguntarle si aun estaba abierto. Al interesarse por qué quería de beber (que es donde se suelen aprovechar en los buffets libres) le respondí que TAP WATER, es decir, agua de grifo. Es como una especie de palabra mágica para conseguir agua gratis en cualquier restaurante londinense (nos lo contó la amiga de Zeus). Water, a secas, es agua embotellada.

Aquella noche fuimos a un concierto de jazz que se hizo en la residencia de Anna y Ponthus. A Zeus no le gusta el jazz, así que estuvo ausente la mayor parte del tiempo, pero yo lo disfruté bastante. Me sorprendió muchísimo escuchar el Bolero de Ravel a saxo y bajo eléctrico, precioso.

El martes fue también un día de museos. Empezamos con el British Museum. Sabía que no podía visitarlo completamente, así que decidí ver bien dos salas. La de Egipto y la de Grecia y Roma. Impresionante es poco para describir esta colección de maravillas de la humanidad fruto de saqueo de las colonias británicas. Egipto está allí y también su piedra Rosetta. Faraones, esfinges... No se puede describir con palabras. Hay que verlo, hay que ir allí y darse cuenta de que Egipto fue una de las maravillas de las humanidad, que el mundo es histórico y tiene un rico pasado. Sólo se es completamente consciente de la historia en estos lugares. Ver el busto de Alejandro Magno, Socrates, Epicuro, Pericles...Esculpido por los romanos en imitación a los griegos. Medio parthenon se encuentra allí. Se respira, se sienten, se oyen los pasos de Platón, de Aritóteles, de Pitágoras... Es como si todos los personajes que hemos estudiado saliesen de la ficción del papel para sentarse ante la evidencia de las pruebas de su existencia. En el museo británico se viaja en el espacio-tiempo sin darnos a penas cuenta.

Después llegó el éxtasis en la Nationa Gallery. Rembrandt se huele sólo con entrar en la sala, Van Gogh se oye en el grito de sus cuadros, de sus girasoles, Monet te descubre con su impresionismo y cerca vemos a Manet en su fusilamento como imitando a un Goya, que también se encuentra por allí cerca. Y lo mejor es descubrir a pintores, a cuadros. Me gustó especialmente este de Franceso Hayez (Susannah at her bath). Que incluyo aquí (he de decir que después me costó encontrarlo, porque no recordaba ni el nombre del autor ni el del cuadro, por eso hay que llevar cuaderno y lápiz a los museos)

Tener un cuadro y saber que lo que ves es la mismísima pincelada que dio el pintor es casi como hablar con él mismo. Reflexionar con Van Gogh, Monet, Delacroix... Sólo por eso ya merece la pena visitar estas ciudades.

Esa noche decidimos ir al observatorio de Greewich. El mismísimo lugar donde comienza el GMT (Greenwich Mean Time). Está cerrado nos decían cuando preguntábamos en que dirección se encontraba. Por supuesto, ya sabemos que estamos en Londres, pensábamos. Efectivamente, el parque en el que se encontraba estaba cerrado. No habría otra oportunidad para visitarlo, al menos este año. La verja era difícil de saltar. Barrotes altos y verticales y casas en todo el alrededor. Pero tuvimos “suerte” y encontramos un árbol que una de sus ramas sobresalía un poco por encima de la verja. De ésta nos agarramos y conseguimos entrar. Cuando nos acercábamos al observatorio, vi un punto rojo luminoso en la explanada pero no le di mayor importancia. Al llegar a la casa del mismo, advertimos que estaba habitada. Paseamos a su alrededor e incluso nos sentamos en un banco frente a ella. Veíamos luces que se encendían y apagaban, un pelín extrañas. Y de repente Zeus salió corriendo. Una cámara de infrarrojos nos estaba enfocando. Corrimos y corrimos hasta llegar a una verja con una casa detrás. La calle, pensamos. No estaba muy seguro de que fuese el exterior, pero terminé saltando. Zeus se quedó en el otro lado. Cuando me disponía a investigar donde me encontraba, vi salir gente por varias puertas con linternas. Me agaché en un lugar en el que creía que no me verían. Pero, unos segundos después, sentí como dos linternas me enfocaban a mi espalda. Me dí la vuelta, me levanté y alcé mis brazos en señal de vulnerabilidad e inocencia. Zeus ya había salido corriendo. Comencé a preguntar a los guardias si era aquello la calle, como haciéndome el sueco. No era lugar para bromas. Insistían en saber donde se encontraba mi amigo, que lo habían visto por las cámaras. Yo intentaba tranquilizarnos diciéndoles que no éramos ladrones sino estudiantes que habíamos venido a ver el observatorio de Greenwich, que nos habíamos despistado en el parque y que queríamos salir. Insistían con Zeus y me hicieron llamarle. Él no respondía. Aduje que se había asustado y se había ido corriendo. El que parecía ser “el poli malo” se fue. Aproveché para exponerle la situación al “poli bueno”. Éste me tranquilizó, todo parecía ir bien. Al rato volvió el otro y dijo que ya tenían controlado a mi amigo, que había saltado y ya estaba en la calle. Después de pedir mil veces disculpas me acompañaron a la salida. De paso le pregunté al “poli bueno” (que me acompañó) que desde cuando nos habían visto, desde cerca del observatorio respondió. “Aquel maldito punto rojo” pensé. Me dijeron como encontrarme con Zeus, pero no lo ví o no entendí bien las explicaciones. Resolví irme a la estación. Comprendía que el lugar de partida, donde llegamos al pueblo, sería un buen punto de encuentro. Zeus no lo vio así y me esperó en la primera entrada del parque que vimos. Yo no sabía ni donde estaba, desde donde me habían soltado y tampoco me apetecía mucho quedarme por allí. Bueno, después de una o dos horas esperando en la estación sonó su teléfono móvil (yo tenía todas sus cosas en mi mochila). Estaba en la comisaría. También había llamado al albergue pensando que quizás ya me hubiese ido, pero yo no lo hubiera hecho porque también tenía su dinero y él no habría podido volver. El regreso fue complicado porque era cerca de la una de la madrugada. Cogimos un metro y dos autobuses nocturnos, pero al final llegamos. Eran las dos.

El día siguiente era el de la partida, por la tarde salía nuestro avión. Decidimos ir por la mañana a la Abadía de Westminster nuevamente, a visitar la tumba de Newton. Seis libras nos costó entrar, descuento incluido con el carnet de la universidad. La tumba de Newton se encontraba al final de la exposición así que fuimos directamente a ella (ya luego, si quedaba tiempo, veríamos el resto). Pero estaba acordonada. Preguntamos a los vigilantes de alrededor. No se podía entrar al menos que pagáramos una visita guiada por la abadía, tampoco hacer fotografías añadió como leyéndonos las intenciones. Recordando yo la noche anterior decidí hacer las cosas por las buenas. Fui a quejarme a la señora de la taquilla, ya que antes de comprar la entrada me aseguré de si podríamos ver la tumba de Newton. Ésta me dijo que llamase al vigilante que se encontraba a unos veinte metros, ya que hablaría con él. Éste no parecía hacerme mucho caso y menos cuando le dije que “the darling” of ticket office is asking you. Darling en inglés es amante. Yo quería decir lady, señora. Pero bueno, al final terminé haciéndole entender lo que le decía y se acercó a hablar con la mujer. A la una (media hora más tarde) nos acompañaría a la tumba de Newton. Mientras, vimos el resto. En su mayoría eran reyes, excepto algún que otro artista, como Handel. Es un lugar curioso, pero nada más si no tenemos en cuenta la presencia de Newton. Y llegó la hora. El hombre nos explicó el simbolismo del monumento erigido ante la tumba. Zeus dedicó esos veinte minutos a copiar la inscripción en latín de la misma. Yo aproveché para agacharme y hacer 1 Newton de fuerza sobre la tumba. Al hacer yo un Newton, la tumba de Newton (y Newton, allí debajo) me responderían con otro Newton (la normal de una fuerza) que actuaría sobre mí. Casi religioso

También estaban enterrados Rutherford, Thomson y Kelvin. Justo al lado de Newton. Y otra gran personaje que casi paso inadvertido ¡Charles Darwin! Caminaba yo por encima de su tumba y al ver la inscripción salté de ella como si estuviese cometiendo algún tipo de pecado científico. Cuando intentaba hacerme una foto con ésta me pidieron que diese la cámara que, por supuesto, no entregué. Fuimos a comer y escribir las postales que habíamos comprado en el Camden. Pero ¡oh!, cuando nos dimos cuenta faltaba una hora para que cerraran la facturación del aeropuerto. Teníamos que ir al albergue, volver cerca del mismo sitio donde nos encontrábamos y coger el autobús de GreenLine que ya por si solo tarda una hora si todo va bien. Hicimos todo esto lo más aprisa que pudimos. Llegamos unos cuarenta minutos después de la hora de partida del vuelo. Éste ya se había ido sin nosotros. El más próximo era el día siguiente a la misma hora y nos cobrarían 35 libras a cada uno. Zeus se fue con Anna. Yo decidí quedarme 24 horas en el aeropuerto. Si volvía a Londres perdería más dinero y solo sería para pasar la noche en la ciudad que yo tampoco veía muy claro como hacerlo (no podíamos quedarnos los dos con Anna ya que ella duerme en una sola habitación con su novio, Ponthus). Una experiencia al estilo Robinson Crusoe o la película “La Terminal”.

Primero empecé conociendo a un portugués que llevaba dos días en el aeropuerto y que aun le quedaban otros dos. Me llamó especialmente la atención porque tenía una silla para apoyar los pies, todo un lujo, y quería saber de donde la había sacado. Se la había encontrado. Su familia fue operada con unas prótesis suizas y todos excepto él murieron. El gobierno suizo le “recompensaba” con un puesto de guardia de un hospital en Berna. Y hacia allí se dirigía en autobús. Primero hasta Bruselas y después hasta Berna. En su bolsillo le quedaban unos poco peniques y no comía desde hacía días. Le invité a un bocadillo aunque le di a entender que no tenía yo tampoco mucho tiempo. Me producía cierta desconfianza así que aduciendo que en aquella parte del aeropuerto donde nos encontrábamos sentados había poca luz y hacía frío (era cerca de la puerta) me fui a los asientos de enfrente (alejados). Allí conocí dos chicas polacas, Marlena y Martha con las que estuve hablando y había un continuo cruce de sonrisas. Constantemente se preocupaban por mí ofreciéndome almohada, sus maletas para apoyar los pies, chocolate de cacao...A las cinco de la mañana se fue su autobús y por poco se me escapa una lagrimilla al despedirnos. También cuando se fue el chico que se sentaba a mi derecha, con el que no había cruzado palabra alguna pero había compartido compañía, que estuvo en los últimos minutos mirándome para aprovechar el momento en el que me viese despierto y decirme adiós (goodbye) como hizo.

Para dormir primero pedí una silla o caja en un quiosco en el que compré una revista o si sabía donde poder encontrarla. El dependiente me contestó que todo el mundo duerme sentado sin más y que así lo tendría que hacer. Después fui a un bar donde comí un bocadillo. El chico estuvo buscando durante diez minutos hasta encontrar una caja dura en la que poder apoyar los pies. Le demostré de la mejor manera que pude lo muy agradecido que estaba y con mi caja, abrigo y gorra pasé la noche. Nunca pensé que pudiese llegar a dormir sentado, pero así lo hice y me desperté a las once. Había perdido a mis compañeros de la noche anterior así que me sentía algo vacío. Dí una pequeña vuelta por los alrededores del aeropuerto, viendo como despegaban los aviones. Es curioso, pero habían dos chicos y un señor mayor que habían venido en coche hasta el aeropuerto para ver los aviones con prismáticos. Recorrí toda la periferia (llegué bastante lejos) y me di cuenta de lo insignificante que es para un aeropuerto su pequeña sala de espera con tiendas en comparación al tamaño de las pistas. Después me senté en un café y pasé la mañana escribiendo sobre lo que aprendía, sobre un futuro idílico y dibujando a los que por allí pasaban. La última hora la dediqué a leer el New Scientist.

Faltaba media hora para que cerrasen la facturación cuando llegó Zeus. Comió un bocata y discutimos sobre si era más imprescindible la vida de Chopin o Copérnico. Zeus defendía que por igual pero con más énfasis en Chopin. A mi la comparación me resultaba grotesca. Un astrónomo que hizo ver a la humanidad su situación en el universo no se podía medir con alguien que dedicó a su vida a la composición musical. Son mundos distintos, pero me resulta más relevante el conocimiento de nuestro medio que no el placer artístico.

Me cachearon con gran intensidad antes de embarcar. El vuelo fue correcto y tuvimos que añadir una hora a nuestros relojes. Al llegar a Barcelona sentí cierta tristeza por lo que había dejado detrás, por las vivencias que difícilmente se repetirán nuevamente. ¿Qué fue de Marlena?, ¿Y aquel hombre portugués?¿Como serían las galerías que me faltaron por ver en la National Gallery?, ¿Y las del British Museum?, ¿Cuando volvería a pasear de noche por un lugar parecido a Hyde Park? ¿Dónde encontraría otro Camden?, ¿Cuando volveré a decir What? al hablarme alguien lo suficientemente deprisa como para no entenderle? ¿Cuando pulsaré nuevamente un botón de semáforo para que ilumine un WAIT? ¿Cuándo volveré a ver semáforos con ese perfecto cambio del rojo al verde en un delicioso fundido? ¿Cuando volveré a ver el Susannah at her Bath? En fin...Otro día se repetirá. Quizás lo vivido me haga ver Barcelona de otro modo, una mezcla de lugares del mundo por los que me gustaron pasear y así poder crear un pequeño cosmos en mi casa, de costumbres arraigadas en otras partes, de formas de ver diferentes...


Brújulo



PD: El resto de fotos se encuentran en Flickr

kt

¡Hay que follarse a las mentes!

12 febrero, 2006

¿Que de qué sexo sea? En realidad me da igual, es lo que menos me importa. Me puede gustar un hombre tanto como una mujer. El placer no está en follar, es igual que con las drogas. A mi no me atrae un buen culo, un par de tetas o una polla así de gorda. Bueno... no es que no me atraigan...¡Claro que me atraen! ¡Me encantan! Pero... no me seducen... Me seducen las mentes, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo que hay una mente que los mueve y que vale la pena conocer... Conocer, o ser, dominar a la mirada, la mente Hache.

Yo hago el amor con las mentes, ¡Hay que follarse a las mentes!


Dante, Martin Hache.




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